Con la venia de la presidencia; compañeras y compañeros diputados.
"Es más fácil construir un a niño fuerte que reparar a un adulto roto" (Frederick Douglass).
De acuerdo al artículo 18 de nuestra Carta Magna, el sistema penitenciario se organizará sobre la base del respeto de los derechos humanos de los internos, a pesar de ello, es de todos conocido que las condiciones de los centros penitenciarios en México hacen difícil garantizar el cumplimiento de lo anterior.
Durante la última década la población femenil en los centros de reclusión se ha duplicado. Además, se debe mencionar que la vida en la cárcel para las mujeres es mucho más dura que la de los hombres, pues en la mayoría de los casos existe abandono por parte de sus parejas y de sus familiares, por este motivo es importante proteger los vínculos de las mujeres con sus hijos, pues ello representa para ellas una esperanza para seguir adelante y un aliciente para alcanzar la aspirada reinserción social.
En los centros penitenciarios no hay un pleno desarrollo en la relación madre-hijo, no hay esparcimiento ni tranquilidad. Sin embargo, encontramos muchas otras dificultades.
"No puedes moverte hacia ningún lado. Avanzas luchando con tu hijo de la mano: tapándole los oídos, los ojos, aislándolo en una estancia, limitando su desenvolvimiento. Tener conciencia de todo esto causa un gran conflicto emocional que también tenemos que ocultar: la impotencia, el coraje y la angustia".
Esto que acaban de escuchar de mi boca, es el testimonio de una madre que recogió un grupo de investigadores mientras realizaba un trabajo sobre niños y niñas que viven con sus madres en reclusión.
Un informe elaborado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en el año 2015 da cuenta de hechos y situaciones que vulneran los derechos fundamentales de las mujeres privadas de la libertad, pero también de sus hijos que permanecen con ellas, y esta relacionados con maltrato, deficiencias alimentarias, sobrepoblación, hacinamiento y falta de condiciones para una vida digna.
Si las mujeres enfrentan en los centros penitenciarios mexicanos condiciones que ponen en riesgo sus derechos humanos, la situación de sus hijos y de sus hijas es aún mayor. Es por ello, que quiero hacer hincapié en la necesidad de la intervención legislativa de todas y todos nosotros para garantizar la salud mental de los menores.
De acuerdo a datos del Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social, se encuentran aproximadamente 500 niños y niñas viviendo con sus madres en prisión. Sin embargo, hay que señalar que estas cifras están en constante movimiento.
Las niñas y los niños que nacen y crecen dentro de los centros penitenciarios no se desarrollan bajo condiciones naturales, ya que tienen poca o nula interacción con otros infantes y presencian cotidianamente situaciones de hostilidad y violencia. Los más afortunados visitan a sus familiares los fines de semana. Otros no tienen la posibilidad de salir nunca, durante sus primeros tres años, y juegan y se desarrollan dentro de una cárcel.
En la actualidad, la discusión sobre la maternidad dentro de los reclusorios es un tema vigente. Sin embargo, hoy en la ley se les permita a las madres conservar la presencia de sus hijos, los tres primeros años.
Hay una jurisprudencia de la Corte Interamericana, que reconoce el principio del mantenimiento del menor en su familia biológica como una protección fundamental y el hecho de que la madre de un menor esté privada de su libertad, no es una circunstancia que impida que el niño disfrute plenamente de la relación con su madre, si ella así lo desea dentro de un reclusorio.
Actualmente, la Ley Nacional de Ejecución Penal no contempla como derecho de las mujeres para que tengan más acceso, que la presencia de sus menores.
La iniciativa que hoy presentamos tiene por objetivo reformar la ley, de tal manera que se pueda garantizar de manera obligatoria y gratuita la atención psicológica de los menores que viven con sus madres para prepararlos tanto para el momento para la separación como durante el tiempo que están con ellas, y de esa manera salvaguardar su integridad mental y psicológica.
Es obligación del Estado garantizar que los niños que están en la cárcel con sus madres, reciban esta atención psicológica, los preparen para el momento de la separación cuando cumplen tres años y tengamos la posibilidad de prevenir y de construir niños más sanos, y así podremos reparar adultos rotos.
Muchas gracias por su atención.
PARTIDO VERDE