Con el permiso de la presidencia;
Buenas tardes, compañeras y compañeros diputados;
Hoy, recordamos uno de los episodios más dolorosos, tristes y lamentables en la historia de nuestro país: la matanza de estudiantes en la plaza de Tlatelolco. Este trágico suceso representó la respuesta inaceptable de un régimen autoritario ante las manifestaciones pacíficas de jóvenes que solo exigían el respeto de sus derechos y articularon un pliego petitorio que, hoy en día, sería considerado como el fundamento de cualquier sistema democrático.
El movimiento estudiantil de 1968, que luchaba por democratizar al régimen a través del respeto a la libertad de expresión y de la apertura a una mayor participación en la toma de decisiones públicas, también logró aglutinar las reivindicaciones de otros actores sociales, desde obreros y amas de casas, hasta sindicatos e intelectuales, quienes vieron en él un vehículo para hacer escuchar sus demandas frente a un gobierno que prefería ignorar la realidad que enfrentaban los sectores populares en el país.
En este orden de ideas, el movimiento estudiantil de 1968, sin duda, representó uno de esos momentos cruciales en la historia de México, ya que impulsó cambios significativos en la vida política y social del país.
Este movimiento sentó las bases para una transición gradual hacia un modelo de nación democrática, el cual continúa evolucionando, pero ya se ha consolidado como un régimen que respeta las libertades y mantiene con el pueblo un diálogo abierto. Es más, hoy es encabezado por una mujer, surgida del pueblo y con un amplio respaldo popular, algo definitivamente impensable en 1968.
Conmemorar esta fecha se ha convertido en un acto de la mayor relevancia en la agenda pública de México, pues nos permite no solo hacer un ejercicio de memoria, para garantizar que esa masacre no se repita nunca, sino que también nos da la posibilidad de hacer un homenaje a las víctimas fatales y a sus familias y a los cientos de presos políticos que surgieron a raíz de las movilizaciones sociales después de la matanza del 2 de octubre de 1968. Esta memoria colectiva no sólo recuerda el sufrimiento de aquellos que lucharon valientemente por sus derechos, sino que también reafirma nuestro compromiso con la justicia y la defensa de las libertades en nuestro país.
Desde esta tribuna quiero reconocer el acto encabezado hoy por nuestra presidenta al presentar en Palacio Nacional una disculpa pública a los familiares de las víctimas del movimiento de 1968. Este acto es significativo porque refleja el firme compromiso del Estado mexicano, encabezado hoy por una mujer de izquierda, de no repetir nunca más hechos tan lamentables como los ocurridos en la Plaza de la Tres Culturas en Tlatelolco.
En el Grupo Parlamentario del Partido Verde estamos convencidos de que a los jóvenes hay que escucharlos, permitir que se expresen y promover su más amplia participación en la construcción de un país más justo, más libre y más democrático, la transformación de la vida pública de México significa, en esencia, la convicción de que nunca más se debe dejar a los jóvenes ni afuera ni atrás.
Es cuanto. Muchas gracias.